Me enseñaste a volar,
cuando me alimentaba de plomo,
bebiendo cemento.
Corriendo,
con los pies pegados al suelo,
me crecieron alas
con el abono de tus besos,
dulces, esponjosos,
Parecen sinceros...
Con tu aliento planeé sobre tejados
grises, sucios y polvorientos.
Sacudiendo por fin la mente,
retirando los escombros
me sentí tan viva,
tan feliz, tan ligera que flotaba
entre palabras, caricias y sueños.
Me habían hecho mucho daño,
encerré mi ser en mi cuerpo
y como un autómata
vivía o sobrevivía día a día.
Feliz...
Compartiendo, por fin,
secretos e ilusiones,
aficiones y sensaciones.
Hicimos las mayores locuras,
infinitas conversaciones,
descubriendo nuevos rincones,
sin vacilar, sin temer nada...
Cuando todo era perfecto,
me cortaste las alas...
la caída tan grande, tan grave,
que me convertí en
una nueva roca del suelo.
Un bello poema, amiga Elena, en el que nos abres el alma como el que levanta la tapa del pozo, un pozo lleno a medias de amor y de desamor como casi todos...
ResponderEliminarUn abrazo!!!!
Si, la vida es amor y desamor ;) Muchas gracias por dejarme unas palabras. Un abrazo!!
EliminarQué triste poema, Elena, aunque también muy hermoso. Aprender a volar de nuevo apoyada en quien parece perfecto solo para dejarse caer de nuevo. No me extraña que tu protagonista se conviertiera en roca...
ResponderEliminarUn beso!!
Si de roca a pájaro y pájaro a roca... Es un ciclo que al final se cierra, para bien o para mal. Muchas gracias, Julia. Un abrazote!!
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