Oímos tantas cosas, de tantas bocas distintas, que a veces nos cuesta discernir, qué cosas son ciertas y cuáles son mentiras, cuáles son dichas con sabiduría y cuáles pareciendo sabias son verdaderas tonterías.
Palabras tristes, palabras malsonantes, palabras en voz alta y palabras con dulce sabor de boca, palabras de amor, palabras con silencios, palabras, palabras, palabras...
Abramos bien los oídos y reflexionemos.
Prefiero el aire que,
a través de la ventana,
ondeando por la nada
puedo sentir sin temer.
El que roza la piel
consiguiendo erizar cada
espacio y rincón del cuerpo
con sus susurros de viento.
Porque el aire que sale
de su boca contaminada,
encandila sólo a los corderos
y no a una oveja sabia.
Porque el aire de tú boca
sólo tiene huracanes de mentiras
y tormentas llenas de ira
que arañan los rincones del alma.
Dejaré la ventana abierta
para que el aire venga,
pero tú boca cerraré
para que jamás aliento des.
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