martes, 24 de febrero de 2015

Escalando...




   De nuevo con taquicardias, demasiado estrés para mi cuerpo. Tomo aire profundamente he intento dejar la mente en blanco... Inspiro, espiro, inspiro, espiro... Pero no funciona. 

    Tomo mi cabeza entre mis manos, y las yemas con vida propia empiezan a masajear y presionar el cuero cabelludo contra el cráneo destruido de tantas vueltas que da el cerebro intentando escapar, causándome un dolor intenso, que pretende escabullirse a través de mis ojos.

    Y por eso, decido cerrarlos, pensando que así llegará la calma... Y tras un fugaz instante en el que siento el olor a lumbre en un refugio perdido, de un invierno cualquiera, en los que me perdía por las montañas sin ninguna preocupación, comienzan a pasearse sin pudor, una tras otra, la responsabilidad, el nerviosismo, el recelo, las manías, el miedo, los fantasmas, la obligación y el deber.

    Y mi corazón se lanza al vacío sujetado por un hilo de cordura que consigue que siga con vida y vuelva a calzarme los gatos para trepar asegurando el éxito de mi futuro.

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